
En un escenario económico marcado por la inestabilidad y la inflación, el fenómeno de la «bicicleta financiera» está volviendo a cobrar protagonismo, similar a lo que se vivió durante el gobierno de Mauricio Macri. Ante un tipo de cambio relativamente estable, con un sendero preanunciado de aumentos del 2% mensual y una tasa de interés que ronda el 9% —aunque negativa en términos reales frente a la inflación que podría superar el 200% este año—, se está habilitando un nuevo esquema de «carry trade», donde inversores se mueven entre pesos y dólares en busca de maximizar sus ganancias.
En ese marco la bicicleta financiera consiste en convertir pesos en capital, invertir en activos en pesos y, posteriormente, volver a dólares, buscando aprovechar las fluctuaciones del tipo de cambio. Sin embargo, este mecanismo no está al alcance de todos; si bien pequeños ahorristas pueden intentar capitalizarse, los altos niveles de volatilidad del dólar hacen que, en la práctica, solo los bancos y grandes financistas logren beneficiarse de estas maniobras.
Las políticas implementadas por el gobierno, entre ellas la licuación de ingresos y ahorros, ponen en riesgo el poder adquisitivo de los hogares argentinos. Con salarios y jubilaciones ajustados por debajo de la inflación y una tasa de interés real que no supera el 110% anual nominal —menos de la mitad de la actual inflación, el gobierno parece estar forzando a los ahorristas a retirar sus fondos de los bancos y pasarse al dólar informal, en un intento de promover la pre-dolarización de la economía.La reciente coordinación de políticas entre el ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, ha creado un contexto favorable para la bicicleta financiera. Aunque el precio del dólar se mantiene relativamente estable, las fluctuaciones a corto plazo generan oportunidades para quienes pueden realizar movimientos rápidos en el mercado.
Este esquema, sin embargo, no es una solución para todos. Los ahorristas minoristas, que generalmente acceden a plazos fijos, enfrentan un entorno complicado, ya que la volatilidad del dólar puede dificultar la elección del momento adecuado para intercambiar pesos por dólares.La estrategia de entrar y salir rápidamente de las inversiones en pesos puede ser lucrativa, pero también conlleva riesgos significativos. Por ejemplo, si un ahorrista minorista hubiera optado por un plazo fijo en enero, habría sufrido pérdidas considerables, dado que el dólar informal aumentó un 23% entre diciembre y enero, mientras que los rendimientos de un plazo fijo a 30 días fueron insuficientes para compensar esa pérdida.
En contraste, en febrero, el dólar blue cayó un 18%, ilustrando la naturaleza impredecible de estas transacciones.Las entidades financieras, por su parte, son las que verdaderamente se benefician de esta situación, utilizando instrumentos de corto plazo como bonos en pesos y operaciones de préstamos interbancarios. Con la posibilidad de realizar movimientos de capital en lapsos de tiempo reducidos, estas instituciones pueden aprovechar la actual «primavera cambiaria» que propone el gobierno de Javier Milei.
Los pases interbancarios y la brecha entre tasas activas y pasivas se han convertido en herramientas clave para maximizar beneficios en este entorno volátil.Mientras tanto, aquellos que no se suman a la bicicleta financiera continúan viendo cómo la devaluación y la inflación licúan sus ahorros. La presión económica sobre los hogares argentinos se intensifica, reduciendo las posibilidades de cerrar el mes con un excedente para invertir. La historia reciente sugiere que, en un contexto de incertidumbre política y económica, la bicicleta financiera puede ser una opción para algunos, pero también plantea riesgos que pueden dejar a muchos fuera del juego.